8 de enero de 2010

EL comienzo

Hoy comenzamos este blog hablándoles de la importancia que hay para nuestras vidas en oír la palabra de Dios, creerla, declarar lo que hemos creído, y actuar en función de ello.

Sabiendo que somos seres imperfectos con mucho que aprender, vasos de barro en las manos del alfarero, la Biblia nos enseña todo lo que tenemos por enfrentar y corregir en nuestras vidas. A mi me ha enseñado a oír y hacer, como por ejemplo lo hizo la mujer del flujo de sangre descrita en Marcos 5:25 y en Lucas 8:43, quien oyó la noticia que había un tal Jesús que estaba visitando su ciudad y sanaba los enfermos, creyó lo que oyó, lo declaró con su boca (Es mi imaginación que esta mujer lo gritaba con desesperación, por la cantidad de años que llevaba en esa condición), y tomo la acción de ir a buscarlo; sin importar las consecuencias de poder morir por lapidación al salir a la calle (Esto de morir por lapidación es tema para otro blog).

Durante años, en la iglesia tradicional donde me encontraba, vi a la religiosidad inundar los actos de la mayoría de las personas que conocía; donde sus actos no me hablaban del Dios vivo y poderoso que comenzaba a conocer. Recuerdo que desde la posición donde me encontraba (Algún día les escribiré el testimonio completo), miraba a los cristianos “protestantes” como lo máximo (Esto de “protestantes” tembién es tema para otro blog). Los veía como aquellos bendecidos que se gozaban en la presencia del Dios viviente, y no del que estaba clavado en la cruz. Me imaginaba como podían vivir de sabroso poniendo en práctica lo que la palabra de Dios les enseñaba, y no lo que la tradición les indicaba hacer. Literalmente los idealizaba y deseaba vivir como ellos.

Hasta que llegó el día donde di el gran salto y emigré a una Iglesia cristiana “protestante”, que fue, es, y seguirá siendo de instrucción, bendición, y edificación en mi vida y en nuestra familia.

Ahora bien, les cuento que lo primero que pasó fue que comencé a trabajar en una empresa donde todos eran cristianos. El gran asombro para mí fue saber que muchos de ellos eran tan cristianos así como yo había sido tan católico. Es decir: se repetía la historia. Conocí gente que iba al servicio del domingo por cumplir, no creían en el poder sobrenatural del Espíritu Santo, habían los mismos pleitos y discusiones, etc., etc., etc. Había veces que me miraban como un extraterrestre, ya que inspirado por el Señor, cuando veía un problema por delante lo primero que hacía era comenzar a orar y a reprender, tal cual lo había aprendido por la palabra.

Aprendí que la cosa no era mirar a los demás y juzgarlos por sus actos, sino mirarme a mí mismo. Aprendí que Él me dice que no debo mirar la paja que tiene el vecino en el ojo, sino la biga que yo tengo en el mío. Comencé a mirar para dentro de mí sin importar lo que los demás hagan ni digan, e inicié el largo caminar que como hijo de Dios, redimido y comprado a precio de sangre, tengo que dar.

Por este motivo, y haciendo honor al nombre que le hemos colocado a nuestro blog, es que deseo dejarles esta lectura: Juan 1:1-4, 14

1En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. 2Este era en el principio con Dios. 3Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 14Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

Bienvenidos...
Douglas Camarillo

Lectura bíblica tomada de:
Biblia Reina Valera Revisada (1960), (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.