La palabra “Protestante” vino a formar parte del acontecer mundial junto a la Reforma Protestante sucedida en el siglo XVI, iniciada por el fraile católico Martín Lutero. Las fuerzas vivas de la época se unieron en pro de un cambio profundo en el uso y las costumbres de la Iglesia tradicional; estimulados, por las acciones del papa León X en querer tener control y dominio de toda la cristiandad, y por el empuje desmedido a través de la venta de las indulgencias para la construcción del templo de San Pedro en Roma.
Aceptando que el término protestante define adecuadamente el acto sucedido en el siglo XVI, demos un paso más allá y aprendamos que la Iglesia que fundaron los apóstoles en el primer siglo, la llamada iglesia primitiva, era la Iglesia Cristiana tal y como la que hoy tenemos nosotros, los mal llamados protestantes; y no la Iglesia católica, “hoy tradicional”, que se formó en un mar de intereses, políticas, y decisiones “sabias”, en torno al cuarto siglo de nuestra era.
En esa época Martín Lutero se separa de la Iglesia Católica al publicar la 95 tesis: “Disputatio pro declaratione virtutis indulgentiarum”, desafiando así todas las enseñanzas y doctrinas fijadas por ellos.
La esencia de este planteamiento que hoy les escribo, en palabras llanas y sencillas, se centra en explicar que la Iglesia católica se consolidó en torno a la promulgación del Edicto de Milán, en el 313d.C., y la realización del concilio de Nicea en el 325. Y nuestra Iglesia cristiana se formó, según hechos 11: 26, en los comienzos del cristianismo, cuando nos llamaron cristianos.
Posteriormente hubo un largo proceso de persecuciones, ajustes y negociaciones, marcados por varios concilios, comenzando por el ya mencionado primer concilio de Nicea, y terminando con el concilio de Trento en 1545-1563 d.C., donde finalmente la Iglesia católica fija su posición separatista del cristianismo reformador reciente, al apegarse a su tradición y reconocer como válidos los libros apócrifos en su biblia, declarar a todo el que no esté con ellos como un hereje, y perseguirlos con la tan conocida inquisición (Tema para otro blog).
En conclusión, NOSOTROS NO SOMOS PROTESTANTES. Nosotros somos la Iglesia que formaron los apóstoles en el inicio de la era cristiana. Donde no había imágenes, rezos, rituales, intereses políticos, ni tradiciones. Ellos iban por las calles y las casas, llevando la buena nueva del evangelio de Cristo, haciendo discípulos y enseñándoles lo que él les había enseñado; y se reunían a adorar y alabar al Señor en el templo y en las casas.
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La religión ni los rituales salvan tu vida, lo único que puede salvarte de la condenación eterna es reconocer a Jesús como Señor y salvador personal. Por este motivo, si aun no lo has hecho, te invito a hacer esta oración junto conmigo:
“Padre celestial: Yo reconozco que soy un pecador y que mi pecado me separa de ti. Hoy creo que Jesús murió por mí en la Cruz y declaro con mi boca que Él es el Señor y que Dios Padre lo resucitó de entre los muertos. Voluntariamente me arrepiento de todo corazón de mis pecados y confieso a Jesucristo como mi Señor y Salvador. Yo renuncio a todo pacto con el mundo, con la carne y con el diablo, y hago un pacto contigo Jesús. Te pido que entres a mi corazón y cambies mi vida. Si hoy muriera, al abrir mis ojos, sé que estaría en tus brazos.
¡Amén!”
Dios les bendiga
Pastor Douglas Camarillo
1 comentario:
Esto es más q edificante en nuestra vida Cristiana, pues nos lleva por un viaje a nuestras raices como iglesia, haciendonos crecer nuestro conocimiento, para como en aquellos tiempos, defender como león rugiente y enseñar nuestra verdad q es CRISTO JESUS.
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